The Second coming of Christ

 

I once had a dream so vivid that I woke up with my pillow soaked in tears, still overwhelmed by the same emotions I had felt while asleep. I will never forget the impact of that dream and the feelings it left with me. In the dream, I was in Saltillo, Mexico—the city where my parents are from. I was an adult, visiting the old neighborhood where I used to spend summers with my cousins. As I walked down the street toward my grandmother’s house, I looked up at the clear blue sky. Suddenly, I saw what looked like clouds coming from the north and the south, converging in the distance at the farthest point my eyes could reach. As they came closer, right before meeting in the middle, they began forming a circle and started rotating. More and more clouds joined in, and the circular motion continued nonstop. Then, as I stared more closely, I began to see figures within the clouds. I realized they weren’t clouds at all—they were angels, dressed in white, thousands of them circling together, with even more joining in. i could hear a song of praise...Hosana Hosana...
In the center of this swirling circle, a bright light appeared. It grew larger and brighter, like an eclipse with something in front of it. Then the image became clear—it was Jesus Christ. An overwhelming feeling of joy washed over me. I began to cry uncontrollably, filled with awe and excitement. When I looked around to see if anyone else was witnessing this, I realized I was floating about 15 feet above the ground. I could now see dozens of people around me, all suspended in the air, their eyes fixed on the Savior. At that moment, I woke up—my pillow wet with tears, my heart racing. A sense of anxiety set in, as I felt the happiness from the dream slip away.

Una vez tuve un sueño tan vívido que desperté con la almohada empapada en lágrimas, todavía abrumado por las mismas emociones que sentí mientras dormía. Nunca olvidaré el impacto de ese sueño ni los sentimientos que me dejó.

En el sueño, estaba en Saltillo, México—la ciudad de donde son mis padres. Ya era adulto y estaba visitando el viejo vecindario donde solía pasar los veranos con mis primos. Mientras caminaba por la calle rumbo a la casa de mi abuela, miré hacia el cielo azul despejado. De repente, vi lo que parecían ser nubes viniendo del norte y del sur, convergiendo a lo lejos, hasta el punto más lejano que mis ojos podían alcanzar.

A medida que se acercaban, justo antes de encontrarse en el centro, comenzaron a formar un círculo y empezaron a girar. Más y más nubes se unían, y el movimiento circular continuaba sin detenerse. Entonces, al mirar con más atención, comencé a ver figuras dentro de las nubes. Me di cuenta de que no eran nubes en absoluto—eran ángeles vestidos de blanco, miles de ellos girando juntos, y aún más se seguían uniendo. Podía escuchar un canto de alabanza… “¡Hosanna, Hosanna!”

En el centro de este círculo giratorio apareció una luz brillante. Fue creciendo en tamaño e intensidad, como un eclipse con algo frente a él. Luego la imagen se volvió clara—era Jesucristo.

Una sensación abrumadora de gozo me invadió. Comencé a llorar sin poder contenerme, lleno de asombro y emoción. Cuando miré a mi alrededor para ver si alguien más estaba presenciando esto, me di cuenta de que estaba flotando a unos cinco metros del suelo. Ahora podía ver a decenas de personas a mi alrededor, todas suspendidas en el aire, con la vista fija en el Salvador.

En ese momento desperté—con la almohada mojada por mis lágrimas y el corazón acelerado. Un sentimiento de ansiedad me invadió, al sentir cómo se desvanecía la felicidad del sueño.