Friday, April 25, 2025

Spiritually casual? ....Casualmente espiritual?



These commentaries and scriptures reminded me of something President Russell M. Nelson once said:

“Brothers and sisters, we cannot afford to live spiritually casual lives in spiritually dangerous times.”

Let that sink in for a moment... We cannot afford to live spiritually casual lives in spiritually dangerous times.

Let’s break this down a little. What does "casual" mean?

  • Occurring by chance – something unplanned, unexpected

  • Occasional – happening irregularly

  • Informal or relaxed – pertaining to a nonchalant attitude or setting

  • Lacking serious intent – done without deep commitment

This was truly an eye-opener for me.
Do I casually pray?
Only when I remember? Once a day? Once a week? Only when I’m hurting or need something good to happen?

Do I casually go to church?
Only when there’s no game I want to watch? Only when I’m going through a rough patch or a trial? Do I go just to show my face because it’s been a few weeks?

What else do I do spiritually casual?

President Henry B. Eyring once warned:

“Casual prayer won’t be enough. Reading a few verses of scripture won’t be enough. Doing the minimum won't be enough.”

The devil doesn’t need us to rebel—he just needs us to get distracted.
To drift... to become spiritually sleepy.

He won’t say, “Don’t go to church.”
But he might whisper, “It’s boring. You can leave after the first hour.”
He’ll say, “You prayed this morning, skip tonight,” or get you doom-scrolling until you're too tired to read your scriptures.

The danger of a casual life isn’t always in the big sins—it’s in the slow disconnection.
It’s in how quietly we start to feel empty.
How easily we skip things we once loved.
How gradually our spiritual senses become dull.

And by the time the storm hits, it’s too late to build the foundation.

It never ceases to amaze me how we’ll spend countless hours working on our careers, binge-watching shows, playing video games, or doing things with no lasting purpose—yet we say we don’t have time for God.
No time to read even one uplifting article or scripture.
Too tired to pray.

But spiritual preparation doesn’t have to be dramatic or time-consuming.

Think of the parable of the bridegroom in Matthew 25.
The five wise virgins didn’t fill their lamps all at once.
It was a daily effort—a little at a time.

This is how we prepare spiritually:
One drop at a time.
One scripture.
One prayer.
One act of service.
One church meeting.

Little by little, we fill our lamps for the moment when we’ll truly need them.

And remember—this is our responsibility.
We cannot rely on the light or testimony of others.
We have to do our part in case we’re ever standing alone.

President Spencer W. Kimball once taught:

“The ten virgins represent the people of the Church, not the rank outsiders, and all ten believed in the gospel. Five of them were unprepared and missed the wedding feast.”

The message of this analogy  was meant for us as members of the church..10 of us will have lamps but because we did nothing or not enough we will not be able to be side by side with our Savior.

I have many friends who served in the military.
Some have been in life-or-death situations where they had to react instantly to save their own lives or others’.

How do they stay calm? How do they react by instinct?
Daily training.
They focus.
They learn.
They prepare so consistently that it becomes second nature—even long after their service ends.

That’s what we need.
Daily preparation.
So that when spiritual trials come, our instincts kick in.
We don’t even consider temptation.
We don’t even glance down the wrong path.

Before our Savior returns, will we be ready for the spiritual and physical trials ahead?
Will our lamps be full?
Will we stand on our own spiritual strength?
Or will we be caught unprepared, walking the easier path—the one that leads away from God?


                                                TRANSLATED TO SPANISH
                                                TRADUCCION EN ESPANOL


Estos comentarios y escrituras me recordaron algo que dijo una vez el presidente Russell M. Nelson:

“Hermanos y hermanas, no podemos darnos el lujo de vivir vidas espirituales casuales en tiempos espiritualmente peligrosos”.

Déjenlo resonar un momento… No podemos darnos el lujo de vivir vidas espirituales casuales en tiempos espiritualmente peligrosos.

Desglosemos un poco esto. ¿Qué significa “casual”?

Ocurre por casualidad – algo no planeado, inesperado
Ocasional – que pasa de vez en cuando
Informal o relajado – con una actitud despreocupada o sin seriedad
Falta de intención seria – hecho sin un compromiso profundo

Esto fue una verdadera llamada de atención para mí.
¿Hago mis oraciones de manera casual?
¿Solo cuando me acuerdo? ¿Una vez al día? ¿Una vez a la semana? ¿Solo cuando estoy sufriendo o necesito que algo bueno pase?

¿Voy a la Iglesia de manera casual?
¿Solo cuando no hay un partido que quiero ver? ¿Solo cuando estoy pasando por una prueba o un momento difícil? ¿Voy solo para que me vean porque ya pasaron varias semanas?

¿Qué otras cosas hago de forma espiritual casual?

El presidente Henry B. Eyring una vez advirtió:

“La oración casual no será suficiente. Leer unos cuantos versículos de las escrituras no será suficiente. Hacer lo mínimo no será suficiente”.

El diablo no necesita que nos rebelemos—solo necesita que nos distraigamos.
Que nos dejemos llevar… que nos durmamos espiritualmente.

Él no dirá: “No vayas a la Iglesia”.
Pero quizás susurre: “Está aburrido. Te puedes ir después de la primera hora”.
Dirá: “Ya oraste en la mañana, omite la de la noche”, o te tendrá viendo contenido sin fin hasta que estés demasiado cansado para leer las escrituras.

El peligro de una vida espiritual casual no siempre está en los pecados grandes—está en la desconexión lenta.
Está en cómo, poco a poco, empezamos a sentirnos vacíos.
En lo fácil que es dejar de hacer lo que antes amábamos.
En cómo, sin darnos cuenta, se apagan nuestros sentidos espirituales.

Y para cuando llegue la tormenta, ya es demasiado tarde para construir el cimiento.

Nunca deja de sorprenderme cuánto tiempo dedicamos a nuestras carreras, a ver series sin parar, a jugar videojuegos, o a hacer cosas sin un propósito eterno—y aún así decimos que no tenemos tiempo para Dios.
No hay tiempo para leer ni un artículo edificante o una escritura.
Demasiado cansados para orar.

Pero la preparación espiritual no tiene que ser dramática ni consumir tanto tiempo.

Piensa en la parábola del esposo en Mateo 25.
Las cinco vírgenes prudentes no llenaron sus lámparas de una sola vez.
Fue un esfuerzo diario—poco a poco.

Así es como nos preparamos espiritualmente:
Una gota a la vez.
Una escritura.
Una oración.
Un acto de servicio.
Una reunión en la Iglesia.

Poco a poco, llenamos nuestras lámparas para el momento en que realmente las necesitemos.

Y recuerda—esta es nuestra responsabilidad.
No podemos depender de la luz ni del testimonio de los demás.
Tenemos que hacer nuestra parte, por si algún día nos toca estar de pie, solos.

El presidente Spencer W. Kimball enseñó una vez:

“Las diez vírgenes representan al pueblo de la Iglesia, no a los de afuera, y las diez creían en el evangelio. Cinco de ellas no estaban preparadas y se perdieron la fiesta de bodas”.

El mensaje de esta analogía fue para nosotros, los miembros de la Iglesia… Diez de nosotros tendremos lámparas, pero si no hacemos nada o no hacemos lo suficiente, no podremos estar al lado de nuestro Salvador.

Tengo muchos amigos que sirvieron en el ejército.
Algunos han estado en situaciones de vida o muerte, donde tuvieron que reaccionar al instante para salvar su vida o la de otros.

¿Cómo se mantienen tranquilos? ¿Cómo reaccionan por instinto?
Entrenamiento diario.
Se enfocan.
Aprenden.
Se preparan de forma tan constante que se vuelve algo natural—hasta mucho después de haber terminado su servicio.

Eso es lo que necesitamos nosotros.
Preparación diaria.
Para que cuando lleguen las pruebas espirituales, nuestros reflejos espirituales entren en acción.
Para que ni siquiera consideremos la tentación.
Para que ni siquiera miremos el camino incorrecto.

Antes de que regrese nuestro Salvador, ¿estaremos preparados para las pruebas espirituales y físicas que vienen?
¿Estarán llenas nuestras lámparas?
¿Estaremos firmes con nuestra propia fuerza espiritual?
¿O nos sorprenderá desprevenidos, caminando por el camino fácil—el que nos aleja de Dios?


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